Capricorn Rising
Or the Curious Case of Benjamin Button
Being a Capricorn rising feels a bit like living life backwards: too serious too young, growing lighter with age. Saturn rules Capricorn and he’s not generous at the beginning. He gives results, not shortcuts. But once he does, you age like wine that finally hit the right decade.
Let’s start simple. Your rising sign is the one climbing the eastern horizon when you were born. It shapes how the world meets you and how you walk into anything new. In my chart, that sign is Capricorn, ruled by Saturn, the planet of responsibility, time, and structure.
The Old Soul in a Young Body
Capricorn risings are the old souls disguised as children. The kids who spoke like tiny professors, the ones who found more comfort with grandparents than with classmates. I was that child: quiet, observant, too serious for playground politics. Think Matilda with a resting “please don’t disturb my peace” face.
Once, at the beach, I was floating in total silence when a girl popped out of the water and squeaked, “Do you want to be my friend?”
My Virgo sun and Capricorn rising merged into one instinct: I disappeared underwater like a startled seal. Not my proudest moment, but painfully accurate. My family called me “little lemon” because I didn’t give hugs on demand. I wasn’t cold. I was selective.
Teenage Years: Existential Girl Era
Adolescence didn’t soften things. I tried to blend in and failed miserably. While everyone else was falling for boys, I was falling for philosophy. Weekends meant writing poems, reading Nietzsche and Plato, and interrogating reality as if I were on payroll. My friends’ boyfriends called me “the weird one who talks about philosophers and doesn’t kiss anyone.” Fair assessment.
The First Lifetime
My first real relationship began at nineteen. He was nine years older, a Scorpio (of course), and a man who loved books more than people. We were together almost a decade. Classic Capricorn rising meets 6/2 profile: the role model in training, spending the first life phase in trial and error.
The Saturn Years
By thirty-three, I’d lived multiple versions of myself. I’d been married and divorced. I’d lived in Spain, England, Greece, Indonesia, Mexico, and Colombia. I had a painfully boring office job where, in true Capricorn rising fashion, I met a soul-friend fifteen years older. I became a digital nomad. I co-founded a startup with a toxic ex. I went through three serious relationships, each one mirroring wounds I hadn’t healed.
Everything collapsed: marriage, identity, structure, home. Saturn demanded reconstruction from the ground up.
Those years were messy, painful, transformative, and sacred. Therapy, trauma, loops, awakenings. Each return to the same lesson nudged me out of the loop and into the spiral.
The Climb to Wisdom
Now, at thirty-four, I feel the second life phase of the 6 line settling in, the climb to the roof, the integration phase. Saturn has softened. What used to feel heavy now feels like clarity. 2025 is a 9-year, and I was born on a day 9, in month 9 of 1991. Nine marks completion, endings, transcendence. No wonder this year feels like closing a chapter that started long before I had words.
The Gift of Saturn
So here’s to the Capricorn risings: the babies who enter life as elders, and the adults who finally learn how to laugh. The ones who don’t collapse when Saturn knocks, because we were born knowing how to rebuild.
And yes, the bone structure is part of the package.
With love,
Maria Luisa
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Ascendente Capricornio
O el Curioso Caso de Benjamin Button
Ser ascendente Capricornio se siente un poco como vivir la vida al revés: demasiado seria demasiado pronto y más libre con cada año. Saturno, regente de Capricornio, no regala nada antes de tiempo. Te hace ganártelo. Pero cuando finalmente entrega sus premios, envejeces como el buen vino.
Lo básico primero. El ascendente es el signo que ascendía por el horizonte oriental en el instante de tu nacimiento. Marca cómo el mundo te recibe, cómo entras en la vida y cómo empiezan tus ciclos. En mi caso, ese signo es Capricornio, regido por Saturno, el planeta de la estructura, la responsabilidad y el tiempo.
El alma vieja en un cuerpo joven
Sí, los ascendentes Capricornio somos las almas viejas en cuerpos jóvenes. Los niños que hablaban como adultos demasiado pronto, que se sentían más cómodos con los abuelos que con los de su edad. Yo era esa niña: introspectiva, cauta y demasiado seria para las políticas del recreo. Una Matilda con cara de “por favor, no perturben mi paz”.
Una vez, en la playa, flotaba en silencio absoluto cuando una niña emergió del agua y gritó: “¿Quieres ser mi amiga?”.
Mi Sol en Virgo y mi ascendente Capricornio se unieron al instante: desaparecí bajo el agua como una foca asustada. Nada glorioso, pero totalmente en mi línea. En casa me llamaban limoncito porque no regalaba abrazos por obligación. No era fría, solo selectiva.
Adolescencia: la era existencialista
La adolescencia no suavizó nada. Intenté encajar, pero el aburrimiento ganaba siempre. Mientras otras se enamoraban de chicos, yo me enamoraba de la filosofía. Pasé fines de semana escribiendo poesía, leyendo a Nietzsche y Platón, cuestionando todo lo que respiraba.
Los novios de mis amigas me llamaban “la rara que habla de filósofos y no besa a nadie”. Comprensible.
La primera vida
Mi primera relación importante llegó a los diecinueve. Él tenía nueve años más, Sol en Escorpio (por supuesto), y amaba los libros más que a las personas. Estuvimos juntos casi una década. Una relación kármica de manual.
Visto ahora, era el libro abierto del ascendente Capricornio con perfil 6/2 en Diseño Humano: la figura del modelo en formación, viviendo la primera etapa vital a través de prueba y error.
Los años de Saturno
A los treinta y tres ya había vivido varias vidas. Me casé y me divorcié. Viví en España, Inglaterra, Grecia, Indonesia, México y Colombia. Trabajé en un 9 a 5 soporífero donde, muy en estilo ascendente en Capricornio, terminé encontrando una de mis amistades más importantes, alguien quince años mayor que se convirtió en alma afín.
Me hice nómada digital, cofundé una startup con un ex tóxico y tuve tres relaciones serias, cada una reflejo de mis heridas.
Todo se cayó: matrimonio, identidad, estructura, estabilidad. Saturno pedía reconstrucción.
Fueron años desordenados y sagrados a la vez. Terapia, trauma, bucles, despertares. Cada vuelta me acercó más a mí misma, a mi forma de vivir la espiral en vez del bucle.
El ascenso hacia la sabiduría
Ahora, a los treinta y cuatro, siento la fuerza de mi línea 6 entrando en su segunda etapa vital: la subida al tejado, la integración de lo vivido. Saturno se ablandó. El peso se transformó en claridad.
Y sí, 2025 es un año 9, y nací un día 9 del mes 9 de 1991. El nueve es culminación, cierre, trascendencia. Quizá por eso este año sabe a final de un ciclo enorme y comienzo de otro.
El regalo de Saturno
Por eso, un brindis por los ascendentes Capricornio: los que empiezan la vida viejos y la terminan riendo. Los que no se rompen cuando Saturno toca la puerta, porque nacimos sabiendo reconstruir.
Y sí, la estructura ósea de diosa viene incluida.
Con amor,
Maria Luisa